martes, 13 de julio de 2010

¿Dónde empiezan y dónde acaban... los sueños?

¿Dónde empiezan y dónde acaban los sueños?
Establecer los límites de algo tan abstracto e íntimo como son los sueños parece algo imposible. Curiosa palabra que la RAE (Real Academia de la Lengua Española) define como:
-Cosa que carece de realidad o fundamento, y en especial proyecto, deseo o esperanza sin probabilidad de realizarse.
Insultante, ¿no es asi? ¿Cómo puede el ser humano enfrentarse a esta vida dura que a todos nos espera sin esas extraordinarias escapatorias en la que todo es posible?
¿Ilusos, vagos intentos de escapar de la realidad? No... yo unicamente puedo definirlo como MAGIA.
Sí, eso que todos tachamos de infantilismo. Esa palabra tabú que parece convertirlo todo en un vulgar juego de las mentes más inocentes e inexpertas. Yo digo ...¡Estupideces! Ideas absurdas de una sociedad que censura todo lo que no sean los preceptos que ella impone.
Bueno, y os preguntaréis por qué comienzo este blog exponiendo un tema tan dificil y una opinión tan insignificante como humilde. Os contestaré entonces que planeo exponer aquí todos mis pensamientos, mis pequeños escritos que para los que no me conozcan lo suficiente diré que soy escritora. No todavía publicada, pero estoy segura de que eso es cosa del tiempo. Mientras tanto, y con la esperanza de no haberos aburrido demasiado, os pongo un breve relato que escribí. No lo censureis tan facilmente, había de cumplir unos requisitos de que abarcase una única hoja y que tratase sobre la lluvia. Espero que os guste, un saludo.
Paula.
Los truenos alumbraban las desiertas calles de Broadway a intervalos. La lluvia caía en gruesas cortinas de agua empapando los árboles y empañando con su dulce halo los cristales de las ventanas y escaparates de la ciudad. Michelle permanecía en el balcón sujetándose fuertemente a la barandilla y desafiando al vendabal que inútilmente trataba de ahuyentarla, pero la determinación de ella le impedían moverse y hacer caso de las ropas mojadas que se le pegaban al cuerpo. Con un bufido de exasperación fijó su mirada de nuevo en la carretera tratando de divisar el movimiento de un automóvil a través de la intensa oscuridad que era la calle. Por fin, y como respondiendo a sus plegarias, el sonido del timbre la sacó de su ensimismamiento. El taxi había llegado.
Michelle cogió la improvisada maleta, salió de su apartamento y se dirigió al vehículo que la esperaba bajando los escalones de dos en dos cargando sobre su hombro el peso del equipaje. Cuando se dejó caer entre los mullidos asientos de desconchada piel de la parte trasera del taxi sintió que volvía a respirar de nuevo, como si hubiese estado conteniendo el aliento desde que la impasible lluvia había comenzado a caer.
Las luces de la ciudad penetraban a través del cristal del coche deslumbrando a la joven y creándole un extraordinario efecto soporífero, no obstante la intensa angustia que sentía no la dejaba serenarse. Tenía prisa y la constante lluvia no hacia más que aminorar la velocidad del coche en el que ella se encontraba. El motivo por el que viajaba a aquellas horas nocturnas era que el parto de su hermana había tenido complicaciones y la necesitaba. Ahora, con la perspectiva de tener que recorrer más de 500 Km y una imposible sensación de urgencia no podía más que temer por no llegar a tiempo.
Michelle clavó su mirada en las gruesas gotas de lluvia que parecían burlarse de ella a través de aquella ventanilla, y con un suspiro de desesperación dejó que el sueño la embargase y se abandonó a él, consolada por poder aislarse de aquella insoportable espera.
-¡Señorita, despierte! -la llamó con urgencia la voz del taxista.
-¿Eh? ¿Qué ocurre? -preguntó con voz adormilada ella. Los ojos se resistían a abrirse y la mente adormilada parecía negarse a funcionar con normalidad.
-Es la lluvia, no puedo pasar de aquí puesto que el agua ha bloqueado las carreteras. Habremos de dar media vuelta.
-¡Ni hablar! Hemos de llegar como sea, para algo le he pagado ya. Continúe, puede dar la vuelta por aquella dirección y continuar a través del bosque. Aunque sea montaña aun podemos llegar, vamos -espetó sin dejar lugar a réplica alguna.
El taxista emitió un gemido de protesta y luego hizo con evidente disgusto lo que ella le había indicado. Media hora después y bosque a través, el coche parecía haberse atascado. Las ruedas rugían protestando, el fango amenazaba con entrar en el vehículo. No podían llegar y el conductor comenzaba a dar marcha atrás. Michelle protestó y salió del coche.
La sensación de impotencia la calaba aun más profunda que las gotas de lluvia sobre su rostro desnudo. Con la maleta en una mano y con la rabia bullendo en su interior por el desafortunado viento, caminó sola por el bosque haciendo caso omiso de los alaridos del taxista que la tachaban de loca. Sabía que no era muy racional adentrarse sola por el bosque en aquellas circustancias, sin conocer el camino y con apenas algo más que una maleta de mano y un móvil sin cobertura, pero siempre había sido muy impulsiva y lo que el instinto le decía en aquellos instantes era que si el mundo se confabulaba contra ella pordría aguantarlo. El bienestar de su hermana y su deber para con ella estaban más allá de su propia comodidad.
Dos horas y media después, con las zapatillas empapadas y helada de arriba abajo Michelle vio sus plegarias respondidas. Los rasguños y el frío habían valido la pena pues a lo lejos lograba divisar una pequeña casucha que podría darle cobijo. Con las manos temblorosas llamó a la desvencijada puerta de madera de lo que resultó ser un pintoresco hostal, y cuando una señora de generosas proporciones le abrió la puerta y al ver su penoso estado la envolvió en una toalla para protegerla del frío, Michelle casi creyó que se encontraba en el paraíso. Sus pies se calentaban ahora frente a la chimenea mientras un grupo de ojos curiosos la observaban, procedentes del resto de huéspedes del local. De pronto, una voz extrañamente familiar le susurró algo al oído.
-¿Te encuentras mejor ahora, Michelle? -preguntó en un volumen apenas audible. Ella se giró sobresaltada y descubrió con sorpresa al hombre más hermoso que jamás había visto. Sus ojos plateados llameaban como estrellas en un cielo desnudo. ¿Cómo conocía su nombre? -. Has sido muy valiente actuando así por tu hermana. Hay algo en tí que me fascina, permíteme hacerte el camino más fácil. ¿Hay algo que pueda hacer por ti? ¿Hay algo que desees, Michelle?
Ella enmudeció del estupor que sentía. El desconocido la miraba de una forma tan intensa y personal, con una certeza tan inusual brillando en sus palabras que por un momento la joven se sintió capaz de contestar y de creer en lo que aquel hombre le ofrecía. Sabía que todo aquello iba más allá de lo racional, que el frío al que se había sometido probablemente la estaba haciendo delirar, pero por un momento quiso abandonarse al silencioso anhelo que flotaba en su interior. Algo en su hermoso rostro le hizo pensar que podía ser posible.
-La lluvia -contestó ella mirando dubitativa al tormentoso cielo a través de la ventana.
No hicieron falta más palabras, él sonrió complacido, asintió y con un lento gesto le hizo indicaciones para que mirase de nuevo aquel cristal. En menos de un parpadeo la lluvia había cesado. El cielo despejado se mostraba ahora glorioso en su impresionante aspecto. Michelle no daba crédito a lo que veían sus ojos, era imposible incluso para el estado febril en el que se encontraba. No obstante allí estaba, comenzaba el amanecer.
Michelle se giró incrédula para dar las gracias al desconocido, pero descubrió desconcertada que había desaparecido. De pronto la joven se puso de pie con un rápido movimiento dejando caer la toalla a sus pies. Tenía que darse prisa y emprender su viaje de nuevo, su hermana la esperaba.
Y ahora, tres decenas de años después. Michelle cuenta esta historia a sus hijos cada viernes noche, agradeciendo mentalmente al desconocido que una vez apareció en su vida y la ayudó.

4 comentarios:

  1. Muy buena historia. Me gusta como usas la idea del la posada en medio del camino y el encuentro con el extraño y a la vez tan familiar. ¿Un Ángel quizás?

    Animo con el blog ;)

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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